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Historia de los checos. Un buen lugar para invadir

11 May 2010

El presente en Praga no existe. Es molesto, estridente y ensucia el resto de la ciudad.  Aquí cualquier edificio con menos de diez años es visto como un intruso. Las ciudades tienen relaciones confusas y en ocasiones ambiguas con el tiempo. Barcelona, por ejemplo, vive en el futuro. Está obligada a ser moderna o salir ardiendo, y lleva así desde hace al menos un par de siglos.

Praga, en cambio, es siempre pasado. Vive del pasado y se mira en el pasado.  Praga vive de los ecos de su historia y de las calles por las que a veces se paseaba a las cinco de la madrugada un vendedor de seguros con traje negro y bombín que respondía al nombre de Franz Kafka. .

Un buen lugar para invadir

La historia de Praga ha sido muchas cosas.

Nunca ha sido, sin embargo, una historia alegre.

«Praga fue siempre lugar de aventureros«. Lo escribió Milos Marten, un escritor checo de principios del siglo XX. Un nido de buscavidas, gentes de fortuna y, la mayor parte de las veces, auténticas víboras con forma humana. «Durante siglos nido de aventureros sin piedad ni ligaduras. Llegaban en bandadas desde las cuatro partes del mundo a depradar, a pasárselo a lo grande, a señorear; […] y cada uno arrancaba, engullía un trozo de la pulpa viva de esta mísera tierra, que se entregaba hasta agotarse, sin que nadie le entragara a su vez como recompensa lo que le había quitado«.

 

No fue un lugar tranquilo. Nunca. Fue invadida por los imperios más crueles. Soportó las guerras de religión más devastadoras de Europa. Tuvo vecinos incómodos. Eso, a la larga, deja su herencia.

La culpa, dicen, pudo ser de la geografía. Napoleón Bonaparte, quien por experiencia sabía mucho sobre invasiones, dijo una vez: «si quieres conocer la historia de un país sólo tienes que mirar en un mapa dónde está situado».

Hagamos caso por una vez a Napoleón. Imaginemos un mapa de Europa. Imaginemos, un segundo, dónde están los checos. ¡En el medio de todo!. Exacto:  el centro del centro de Centroeuropa.

No sólo están en el medio, además son muy pocos. Conclusión: cada vez que a alguien con un ejército de sobra le apetecía conocer mundo lo primero que hacía era pasar por la actual Chequia. Ponerles el pie encima, o la pierna, o el arcabuz, o el pánzer o el tanque del Pacto de Varsovia.

En el siglo XVI fue el eje que partía el mundo entre católicos y protestantes. En el siglo XX, sus vecinos fueron la Alemania nazi y la Rusia soviética. Para hacerse una idea, supón que vives en un bloque de viviendas donde compartes patio con un grupo de cabezas rapadas en la puerta de al lado y una pandilla de Latin Kings en la azotea. No es la mayor garantía de una convivencia pacífica.

Pues bien, en sus 2.400 años de historia como pueblo, los checos se habituaron a dos prácticas muy molestas.

Primera costumbre incómoda: cada vez que un imperio se decidía a probar suerte y conquistar Europa comienza plantando sus tropas en la antigua Bohemia.

Segunda costumbre incómoda: Como consecuencia de lo anterior, al final, los checos acaban metidos en guerras que ni les van ni les vienen. De ellas salen bastante mal parados. Si las pierden, porque las pierden. Si las ganan, porque alguien del bando vencedor decide, a continuación, conquistarles.

 

Hagamos una lista. (Como en las películas, iremos  por orden de aparición).

 

Por aquí han puesto sus botas las tribus germánicas, el imperio de la Gran Moravia, los caballeros de Carlomagno, el Sacro Imperio Romano Germánico. Los ejércitos católicos primero. Después, los protestantes. Llega la guerra de los 15 años. Después, la guerra de los 30 años. A continuación, el Imperio Austro-Húngaro. El siguiente en asomarse por la entonces Checoslovaquia es Hitler, que se queda con una tercera parte del país en 1938.

En 1939, visto lo despejado que está el camino, las tropas nazis invaden por completo el país. La siguiente invasión la protagonizan los tanques de la Unión Soviética. No hay tregua. Es el país tiovivo. Todo el mundo se monta encima. Sólo se van unos invasores para dar paso a la siguiente.

Hoy Praga vive la última invasión. La más reciente. La invasión de los turistas. Más pacífica, más tranquila, pero no menos letal. Y, desde luego, mucho más numerosa.

Gente escéptica

Los checos son desconfiados. Miran al extranjero como un posible ocupante o un espia de alguna potencia enemiga. Y no importa si el recién llegado trae dinero en el bolsillo y solo quiere tomarse una cerveza. Los camareros que le atienden en el bar le mirarán comoen su interior llevase un arma oculta, como si acabara de entrar con su tanque en la avenida de San Wenceslao, como si deseara la supremacia de la raza aria o quisiera convencer al país de la necesidad del socialismo real versión Stalin.

En una palabra, no se fían.

Los checos son ateos, individualistas, escépticos, apolíticos, descreídos y cínicos por lo general. No se sorprenda. No intente que cambien. En el mejor de los casos, le mirarán como un ingenuo. Si insiste, lo más probable es que le vean como un genocida en potencia.

La experiencia les ha enseñado. Ya han tenido bastante. En 2.400 años de historia les han tocado las narices (y bastante más) prácticamente todos los países de Europa.

No espere que, encima, le pongan una sonrisa.

Seguiremos informando.